Los FPS, o fotogramas por segundo, son una de las medidas más utilizadas para medir la calidad de los juegos. Cuanto mayor sean los FPS de nuestro juego, en teoría mejor funcionará, mejor calidad tendremos y la experiencia será más fluida. Sin embargo, tener el mayor número de FPS no siempre es sinónimo de mejor experiencia. La mayoría de las veces, generar cientos de FPS en un juego es un gasto de recursos y energía innecesarios. Además, de que los fotogramas que veremos estarán directamente limitados por el propio monitor.
Los FPS que puede generar nuestro ordenador dependen directamente de nuestro hardware. Especialmente de la U y la GPU. Cuanto más potente sea, más fotogramas por segundo podremos conseguir al jugar.
Debemos tener en consideración que, con el paso de los años y las versiones del sistema operativo, Microsoft intenta mejorar nuestra experiencia de juego. Para ello, poco a poco ha ido introduciendo nuevas y muy interesantes funciones que nos ayudan en estas tareas relacionadas con el ocio. Por ejemplo, nos encontramos con el denominado como Modo juego o una barra especialmente diseñada para este tipo de tareas. A su vez, es interesante saber que disponemos una serie de funciones y características especialmente indicadas para ayudarnos a la hora de jugar.
Es por todo ello por lo que a continuación os vamos a mostrar todo aquello relacionado con que podamos gestionar de la mejor manera los mencionados FPS en el sistema operativo del gigante del software. Las posibles razones de todo ello pueden ser varias, aunque seguro que esta solución a muchos os va a encantar. Esto es algo que se hará especialmente patente entre todos aquellos que utilicéis vuestro PC de sobremesa para jugar a vuestros títulos favoritos.
¿Merece la pena limitar los FPS en juegos en Windows?
La mayoría de la gente cree que cuantos más FPS procese la gráfica serán mejor para los juegos. Sin embargo, limitar los FPS puede aportarnos más beneficios de lo que pensamos.
El primero de ellos, y probablemente uno de los más importantes, es que limitando los FPS máximos que puede generar la gráfica, ahorraremos energía, algo muy importante en los tiempos que corren. Si tenemos un monitor a 60 Hz, y nuestra gráfica está generando 300 FPS, estamos malgastando energía y recursos, ya que 240 de esos fotogramas se desperdician. Por tanto, esta se podría considerar como una de las principales razones por las que nos va a interesar establecer esta limitación en el sistema operativo cuando estamos jugando.
Además, cuando la gráfica va más rápido que el monitor, muchas veces se produce una desincronización, dando lugar a lo que se conoce como Screen Tearing. Limitando los FPS en los juegos no acabamos con este problema, pero ayudaremos a reducirlo bastante.
La opción Parámetros de lanzamiento se encuentra disponible pulsando sobre la rueda dentada dentro de la ficha del juego en cuestión, dentro del apartado Propiedades.
¿Limitar FPS o dejarlos ilimitados?
Esta es una de las preguntas que más se suelen hacer los jugadores de PC. ¿Qué es mejor?
La verdad es que, según los gustos de cada , y el ordenador que tengan, puede ser mejor una opción u otra. Por ejemplo, si tenemos un ordenador de gama baja o gama media, y queremos jugar más o menos bien, podemos optar por limitar los FPS a 30. De esta manera, aunque perderemos experiencia de juego, liberaremos recursos de la gráfica que los utilizaremos para mantener nuestra tasa de fotogramas estable.
Si tenemos un ordenador de gama muy alta, este podrá conseguir todos los FPS que quiera, por lo que en ese sentido no tendremos problemas. Sin embargo, dependiendo de la frecuencia de nuestro monitor, puede ocurrir que, al generar más FPS de los que puede mostrar, nos topemos con problemas como los que hemos visto anteriormente. Siempre es recomendable ajustar el número de FPS al número máximo que nos ofrece el monitor que tengamos. Pero, si nuestro monitor incluye soporte hasta 240 fps, pero el juego no es capaz de ofrecerlos, no por limitaciones de nuestro equipo, debemos establecer un máximo menor que nos permite disfrutar del juego en condiciones sin sufrir ningún tipo de molestias visuales.
Además, si tenemos una pantalla G-Sync, entonces lo ideal es usar esta tecnología junto con V-Sync. Con esto podremos conseguir que el propio G-SYNC sea el que controle la sincronización del monitor y, al no tener que depender de nada más, mejorará el rendimiento del juego y reduciremos el input lag. Y, si quieres tener mayor fluidez y reducir este tipo de problemas aún más, lo mejor es comprar un monitor a 144Hz, o más. De esta manera, siempre que no alcancemos el límite, no tendremos problemas.
Con todo y con ello debemos tener presente que no existe una configuración perfecta y válida para todos los equipos y juegos que instalamos. Lo mejor es que experimentemos por nuestra cuenta para encontrar la más adecuada.
Importancia de la tasa de refresco del monitor
No todo funciona con la mecánica de los FPS que sea capaz de generar nuestro equipo. Otro aspecto realmente importante es la tasa de refresco de nuestro monitor. Dicha tasa define cuántas veces por segundo se actualiza la imagen en pantalla. Lo que se relaciona directamente con los FPS que la tarjeta gráfica es capaz de generar. Para que te hagas una idea, si el monitor tiene una tasa de refresco de 60 Hz (Herzios), tu pantalla solo podrá mostrar un máximo de 60 FPS. Así de simple. Aunque tu hardware sea capaz de producir mucho más, existirá esta barrera visual.
Si un juego funciona a 120 FPS en un monitor de 60 Hz, tal vez la diferencia sea apenas perceptible. Pero aun así, la tarjeta gráfica seguirá trabajando al máximo, pues generará esos 120 FPS que caerán en saco roto. Todo ello se traduce en un consumo innecesario de energía y mayor temperatura en nuestra GPU.
Si nos vamos al caso contrapuesto, monitores de 120 Hz, 144 o incluso 240 serán capaces de actualizar la totalidad de los FPS. Eso sí, si los FPS están limitados por la configuración de vídeo de nuestros juegos, la sensación de fluidez decaerá enormemente con respecto al potencial que podría arrojar. En estos casos, asegúrate de sincronizar los FPS que genera tu gráfica con la tasa de refresco de tu monitor para evitar el «screen tearing». Llevará a un nuevo nivel tu experiencia visual.
Además de ello, existen tecnologías como G-Sync de NVIDIA o FreeSync de AMD que permite que la tasa de refresco de nuestro monitor se ajuste de manera dinámica a los FPS generados. Eso eliminará problemas visuales y mejorará la fluidez a la hora de ejecutar los juegos. Por todo ello, es fundamental que conozcas la tasa de refresco de tu pantalla y que ajustes los FPS basándote en la capacidad de la misma. Solo así traducirás la potencia del hardware en el apartado visual.